Título original: Captain Fantastic
Año: 2016
Duración: 118 min.
País: Estados Unidos
Director: Matt Ross
Guión: Matt Ross
Música: Alex Somers
Fotografía: Stéphane Fontaine
Reparto: Viggo Mortensen, George MacKay, Missi Pyle, Kathryn Hahn, Frank Langella, Hannah Horton, Nicholas Hamilton, Steve Zahn, Ann Dowd, Trin Miller, Samantha Isler, Annalise Basso, Shree Crooks, Erin Moriarty, Charlie Shotwell
Productora: Electric City Entertainment / ShivHans Pictures
Nota: 3.5
El año pasado causó furor en multitud de certámenes cinematográficos el film turco MUSTANG. En él, su realizadora, Deniz Gamce Ergüven pretendía trazar una radiografía sobre el problema de, en la actualidad, ser mujer en un país musulmán. Para ello desarrollaba una ficción protagonizada por cinco hermanas adolescentes que, tras jugar en la playa con unos compañeros de colegio, son castigadas por sus familiares a no salir de su hogar, siendo confinadas para acatar el destino impuesto para ellas por aquellos. Para quien esto escribe, MUSTANG despreciaba, desfondaba, lastimaba la hondura de su mensaje al vertebrar una mirada abusivamente maniquea sobre los hechos narrados. CAPTAIN FANTASTIC, de Matt Ross, que, entre otros muchos, ha sido reconocida con el premio al Mejor Director de la sección Un Certain Regard, dentro del último festival de Cannes, decepcionantemente, incide más aún en esos escarnecientes errores que el film turco.
El film comienza imponiendo un detallista trazado descriptivo sobre la forma de vida que lleva Ben, un hombre que, con sus seis hijos, vive completamente alejado de los modos y maneras propios del presente, en un hogar sito en la profundidad de un bosque situado al noreste del Pacífico en Norteamérica. Completamente adaptados a las peculiaridades de ese remoto confín, Ben se ha convertido en profesor, entrenador y referente ético de todos sus hijos, más aún cuando la madre lleva ya algún tiempo ingresada en un hospital aquejada de una grave enfermedad. Todos ellos sobreviven cazando, cultivando sus alimentos y adaptándose a la perfección a las inclemencias que depara ese entorno frondosamente natural. Ben les ha inculcado a todos ellos un modo de vida, de comportamiento y de predisposición ecológica completamente radical, que abomina por completo el planteamiento vital de la sociedad imperante en la civilización contemporánea. Una noticia que tiene que ver con la madre, de súbito, les obligará a abandonar temporalmente su respetado modo de vida.
Tal y como puede intuirse, CAPTAIN FANTASTIC se abandona de forma asaz ostensible (y, por lo tanto, nociva) a la siempre problemática categoría de los denominados films de tesis, films con mensaje, films empeñados en postular una determinada ideología o una determinada postulación crítica. En esta ocasión, Gross dispone un guión en el que, mediante la contemplación del estilo de vida pergeñado por Ben y el acatamiento convencido y razonado que infieren los vástagos, se trata de establecer una mirada muy crítica con el modo de vista burgués, acomodado, agresivo con el medio ambiente, abominador de la cultura, que ha logrado instalar de modo incuestionado e innegociable la sociedad capitalista contemporánea. La habitualidad de la familia protagonista viene a reivindicar un sincero respeto a la naturaleza, un despojamiento de todo tipo de contaminación (ambiental, pero también ética, social, humana), la implantación de unos valores de comportamiento situados en las antípodas de los consecuentes a la cotidianeidad de la que ellos han logrado prescindir, viviendo de modo autosuficiente, sin pagar ningún peaje impuesto por el sistema.
Sin embargo, como suele ser máxima en esta serie de productos, los resultados finales distan mucho de situarse a la altura de la nobleza del mensaje pretendido. Gross no sólo no sabe sortear los peligros inherentes a este tipo de flagrantes evidencias, sino que parece empeñado en zambullirse de pleno en la falta de sutilidad expositiva necesaria para que el discurso de fondo malogre la verosimilitud dramática del film. En CAPTAIN FANTASTIC esta es nula, puesto que, una vez concluye la presentación de los personajes protagonistas y el espectador conoce de forma ajustada las reglas existenciales por las cuales éstos se rigen, esto es, cuando deben de salir de su hábitat, del ámbito espacial en el que han levantado su particular reino, Gross pierde por completo los papeles de la mesura, de la coherencia y de la ecuanimidad enjuiciativas, logrando que su película se destroce por completo al chocar contra ese muro letal que es el maniqueísmo.
Todos los aspectos del film correrán a incidir una y otra vez en las excelencias personales de todos los miembros de la familia de Ben, todas ellas, cómo no, blandidas de forma sonrojantemente inmoderada frente a las lacras, las contradicciones, las hipocresías, las deudas y las infamias adjudicadas al resto de los personajes que van a air apareciendo (fundamentalmente la familia de Ben y de su esposa). Secuencias como la del recitado de la pequeña frente a sus primos, como la de la entrada de la familia en la iglesia, o, particularmente, las execrables situaciones planteadas tras el intento de asaltar una casa para entrar en una habitación por parte de una de las hijas mayores son palmario ejemplo de la magnitud del despropósito.
De poco sirve la, eso sí, excelencia interpretativa de todo el reparto, encabezado por un mayúsculo Viggo Mortensen, o la destacable convicción narrativa con la que Gross soluciona el encadenado de acontecimientos. CAPTAIN FANTASTIC perece a fuerza de desequilibrio, obviedades y tolerancia consigo misma. El mensaje procurado jamás se basta por sí sólo en tanto que soporte o coartada únicos desde los que generar el discurso. No merece tanto afán ejemplificador semejante achaque telefílmico, ni tanta consigna desestabilizante, tal cúmulo de rancia apología mitinera. Noam Chomski no merece quedar convertido en ideólogo de esta LA CASA DE LA PRADERA 2.0.