Título original: Call Me by Your Name
Año: 2017
Duración: 130 min.
País: Italia
Dirección: Luca Guadagnino
Guion: James Ivory (Novela: André Aciman)
Música: Sufjan Stevens
Fotografía: Sayombhu Mukdeeprom
Reparto: Timothée Chalamet, Armie Hammer, Michael Stuhlbarg, Amira Casar, Esther Garrel, Victoire Du Bois
Productora: Coproducción Italia-Francia-Estados Unidos-Brasil; Frenesy Film Company / RT Features / La Cinéfacture / Water's End Productions / M.Y.R.A. Entertainment / Ministero per i Beni e le Attività Culturali / Lombardia Film Commission. Distribuida por Sony Pictures Classics
Nota:9.2
En uno de los planos culminantes de esta quebradiza, bella fábula amorosa, un rostro mira a la cámara y llora. La cámara ocupa el lugar del fuego de una chimenea. Las llamas que no ve el espectador, ese fuera de plano crepitante, acaso remitan al recuerdo de una pasión afectiva crucial, determinante, condicionadora, única en la existencia de quien está mirándonos con esa fragilidad incandescente que caldea la verdad de una confesión. En los planos que ocupan los títulos de crédito, en oposición a éste, lo que nos es mostrado son un conjunto de instantáneas hechas a los rostros de unas esculturas erosionadas por el paso del tiempo; son, por lo tanto, rostros pétreos, de expresión congelada, impasible, sin vida.
CALL ME BY YOUR NAME traza de modo fulgente, cadenciosa, titilante e impulsivo la íntima semblanza de un súbito itinerario afectivo: el de ese rostro que solloza frente a la cámara interpelando al espectador, conmoviéndolo en ese acto de extremo sigilo doliente que se le supone a toda lágrima, a voluntad, escondida. El protagonista nos mira fijamente, quieto, paralizado, convulsamente impasible, como convertido en piedra trémula y melancólica, soportando la cruel incandescencia de una ausencia que le arde aún por dentro. No vemos el fuego, porque quien está siendo pasto de unas llamas invisibles es él. Ya sabe que su amor se ha convertido en mera arqueología y él en una figura viviente que lo llora: se ha iniciado el trayecto hacia las brasas del auténtico dolor. El dolor de lo irreversible. La ausencia del ser amado es una losa invisible que convierte en piedra viva a quien no cesa de verle la magnitud a ese hueco vacío.
Sobre este cúmulo de sutilidades, escrúpulos y consonancias el último film de Luca Guadagnino asienta su fúlgida excelencia. El italiano se desvincula de su interesantísima trayectoria anterior para deparar su obra más escueta, etérea y lucífera. CALL ME BY YOUR NAME es, por encima de todo, un severo ejercicio de estilo en el que la férrea apuesta por una difícil gracilidad formal, de modo invisible, casi mágico, se apodera medularmente de todo el dispositivo escénico sin esfuerzo alguno, mediante una ardua ligereza mostrativa, adoptando como eje de la focalización el rubor, las ansias y la emoción de un deseo incipiente que cimbrea de incertidumbre e inquietud todos y cada uno de los planos de este film saturado de recóndita belleza desconsolada y, al tiempo, febril, vivible y piadosa.
Ese deseo súbito y franco es el de Elio, el joven protagonista del film, hijo de un eminente profesor de arqueología, que, junto a su madre, veranea en una villa del norte de Italia. Hasta ella, como todos los años, acude un estudiante extranjero a que su padre le ayude en la redacción de una tesis universitaria. Se llama Oliver y es norteamericano. Nada más conocerlo, Elio, mucho más joven que Oliver, comienza a sentir una irresistible atracción por él. El film narra la historia de esa irrefrenable querencia del uno por el otro. Lo subyugante del film, claro está, no lo depara el desarrollo argumental de una historia, en principio, nada original, sino, tal y como ha quedado apuntado en el párrafo anterior, el modo en el que Guadagnino resuelve el complicado brete de estar a la altura del mucho más intuitivo y contemplador que narrativo guión escrito por un James Ivory, que, sin duda alguna, le brinda al autor de YO SOY EL AMOR una partitura escrita comparable a la de sus mejores obras como director.
Ivory plantea una sucesión de acontecimientos en la que estos apenas existen como tales, sino que se someten al detallado progreso observacional con el que está atisbada la relación entre los dos personajes centrales, teniendo siempre como eje focalizador la mirada de Elio. El punto de vista desde el cual se implica al espectador a ser testigo de su estrategia, en tanto que sujeto irrumpido de un sentimiento amoroso torrencial que intentará gobernar de la forma más osadamente cauta posible, es la panorámica que sobre su alrededor Elio irá imponiendo. La reservada determinación de su escuálida figura, nerviosa, inquieta, sobresaltada, inexperta, ávida de satisfacer las exigencias de los nuevos recovecos pulsionales emergidos tras la aparición de Oliver en su casa de estío se convertirá en la ventana entreabierta a través de la cual todo será oteado.
Guadagnino resuelve la dificultad de un film que prohibe siempre el riesgo del lugar común romanticoide o denunciativo esbozando una esplendente poética impresionista, nada afectada, muy intuitiva, afinadamente tersa, mucho más atenta a pequeños gestos, acciones, réplicas y balbuceos que a proponer un relato clásico obligado a acatar los protocolos de un consabido melodrama sentimental. La ilación de escenas no mantiene un orden causal canónico, al priorizar un sinuoso encadenamiento de instintivas derivaciones. La pincelada descriptiva, el detalle perceptivo, el atrapamiento de la intimidad en estancias… la película va amasando la urdimbre de su envolvente conciliación de expectaciones bosquejando una suerte de bote pronto casi naturalista, vislumbrador, expectante, al que contribuye de modo cardinal el aprovechamiento máximo del marco espacio/temporal en el que acaecen los hechos.
Ya desde el principio, CALL ME BY YOUR NAME sabe acomodarse de forma muy inspirada en un plano de contenida exaltación ambiental, ubicando en un efectivo primer plano la aprehensión de la cotidianeidad de los quehaceres de unos personajes reconociblemente inmersos en el paraje y la estación elegidos para sancionar bucólica y viviblemente los aconteceres que los van a ir envolviendo. Ese paraje italiano de estío aporta de modo arrolladoramente bruñido toda la frescura, el solaz y la bonhomía propias de una estancia vacacional. Guadagnino, cual si de un bodegón en movimiento se tratara, entromete a los personajes de lleno en el paisaje encuadrado, privilegiando escenas en los que los vemos tumbarse en el césped, bañarse en estanques, pasear en bicicleta, recoger fruta del huerto, desayunar en una terraza… el avance afectivo entre los dos protagonistas irá manifestándose a ese mismo compás, a ráfagas, entre sigilos contemplativos, atendiendo antes a incertidumbres que a convencimientos; eso sí, hasta que irrumpe la antológica escena del acercamiento circular entre los dos protagonistas en la plaza del pueblo.
Guadagnino, en ese momento, convierte a CALL ME BY YOUR NAME en una frágil obra de arte, en una sincera, bella y profunda reflexión sobre la intensidad afectiva, sobre el goce de sentirse arrasado por un atracción desbordante y nueva. A partir de ese momento la puesta en escena dispone un cauto, pícaro y raudo arrobamiento de días contados, que, en modo alguno, tuerce la línea de la entregada, ingenua, honesta y habitable frescura hacia terrenos consabidos. Entre la dulzura y el nerviosismo, la carnalidad y el abandono, el film revela que está oscuramente acariciado con la liviana aspereza de la piel de un melocotón.