Título original: Gisaengchung
Dirección: Bong Joon-ho
Guion: Dae-hwan Kim, Joon-ho Bong, Jin Won Han (Manga: Hitoshi Iwaaki. Cómic: Hitoshi Iwaaki)
Reparto: Song Kang-ho, Lee Seon-gyun, Jang Hye-jin, Cho Yeo-jeong, Choi Woo-sik, Park So-dam, Yeo-Jeong Cho
Sinopsis: Ki-taek es el patriarca de una familia pobre que malvive en un piso bajo en Seúl, pagando las facturas a base de trabajos precarios y robando el wi-fi de los vecinos. Su situación cambia un día en el que su hijo logra que le recomienden para dar clases particulares de inglés en casa de los Park, una familia acaudalada. Utilizando su ingenio, el joven conseguirá ganarse la confianza de la señora de la casa, y así irá introduciendo, poco a poco, al resto de sus familiares en distintos trabajos del servicio doméstico. Será el comienzo de un engranaje incontrolable, del cual nadie saldrá realmente indemne.
Nota: 9
Comentario Crítico:
Tras su polémica etapa estadounidense, Bong Joon Ho vuelve a su Corea natal para proponer un soberbio ejercicio cinematográfico, en el que destaca sobremanera el apetito por reformular esa andadura fuera de su país, acaso más maltrecha de lo esperable tras el fiasco creativo que supuso la decepcionante OKJA. PARÁSITOS se impone, rauda, conspicuamente, como severo acuse de ese recibo errado. Está saldada, engullida, amordazada a golpe y saña de una fiereza escénica en la que no ha sido permitida la menor veleidad titubeante. La indiscutible Palma de Oro que consiguió en la última edición del Festival de Cannes está a la altura de la rotunda destreza rastreativa, casi microscópica, casi exterminadora con la que está desencadenada.
Thriller sociológico irreverente, lúcido, artesanal y envilecido, PARASITOS no tarda en explicitarse como un nuevo ejemplo de propuesta cinematográfica abordadora del sempiterno conflicto de la lucha de clases, de la desigualdad económica como losa determinante, innegociable, condenatoria. Afortunadamente, el espectador, antes aún, intuye que la intentona, viniendo firmada parte del autor de SNOWPIERCER, no va a apostar por abandonarse al mero enunciado de ese postulado, sino que el protocolo intencional va a definir una historia, un desarrollo de la misma y una tonalidad relatora empeñadas, todas ellas, en complejizar ese trillado punto de partida.
El dispositivo maquinado por el cineasta coreano logra ese propósito. PARÁSITOS es un envenenado torrente de ingenio narrativo, de fluidez contemplativa y, sobre todo, de capacidad de amarre y contención para que el osado filo de la verosimilitud que va siendo conformado no se escore jamás hacia el precipicio de la salida de tono, sino hacia el de la subyugación adictiva y desenfrenada.
La película arranca en el hogar de una tan feliz como menesterosa familia coreana, que vive en unas condiciones de vida humildísimas, con todos sus integrantes hacinados en un hogar lleno de carencias. Padres y los dos hijos trabajan clandestinamente montando cajas de cartón para pizzas. Sin embargo, la oportunidad de cambiar completamente ese lastimoso modo de vida se presentará cuando el hijo sea contratado como profesor de inglés particular de una adolescente, perteneciente a una familia de clase alta, regentada por un próspero arquitecto. El film se centrará en las vicisitudes y los esfuerzos que deberán realizar para no renunciar al cambio de forma de vida que representa trasladarse a vivir en la lujosa residencia en la que aquella está instalada.
La mansión será, con toda justificación, el elemento escénico que el autor de MEMORIAS DE UN ASESINO más va a explotar espacialmente. Un mayúsculo hallazgo de guión va a imponer que ese edificio de diseño ultracontemporáneo se convierta en un auténtico filón ambiental, al que el posicionamiento de los personajes, según vayan irrumpiendo los acontecimientos, irá mutando bien en espacio de utópica confortabilidad, bien en campo de batalla por la salvaguarda de la impensable subida de escalafón social, bien en rectilínea ratonera de lucha encarnizada, bien en habitáculo en el que no tener más remedio que soportar la humillación servil. El film escarba con intoxicado placer en la geométrica naturaleza roedora que va infectando, pues su dispositivo narrativo tiene hechuras de cepo entre ratones. De unos contra otros.
Atendiendo a la definición del término, parásito es todo aquel organismo que se alimenta de las sustancias que elabora un ser vivo de distinta especie, viviendo en su interior o sobre su superficie, con lo que suele causarle algún daño o enfermedad. Desde este punto de vista, la película se ciñe a ese significado con la quirúrgica pulcritud de un laboratorio médico, estableciendo como microscopio bacteriológico la casi científica puesta en escena que en calidad de auscultadora hostil maquina Bong Joon-ho, dotando a su cámara de una insidiosa precisión de pinza metálica para muestras. Encuadres, movimientos y angulaciones de aquella parecen maniobrados en tanto que elementos dispuestos a analizar con rigor y urgencia el comportamiento de los personajes examinados dentro de ella. La mansión, como ya ha quedado dicho, asumirá privilegiada, elegante y grisáceamente su incisivo rol de platina arquitectónica.
PARASITOS, en definitiva, viene a postularse como una ácida fábula social, en la que se amalgaman con mordaz, vívida, jugosa y cruel concordia la virulencia de su rabiosa actualidad (la pérdida de derechos laborales a la que nos ha condenado la borrachera de un capitalismo ajeno a la más mínima compasión con el individuo) con la imposición de un relato que hurga en esa máxima superior, generando una ponzoñosa autonomía con respecto a ella. Boong Joon Ho demuestra en ella que ha vuelto a la aspereza irónica de sus mejores obras. La juguetona y fértil inclemencia mostrativa que cuaja aquí sólo está altura de un cineasta completamente convencido de su capacidad para osar con el riesgo de enfrentarse a las miserias del ser humano, emplazándolo en calidad de cobaya mediante la cual operar en aquellas. PARÁSITOS podría pasar como sesudo y ácido informe de un intachable forense canalla.