Título original: Los lobos
Año: 2019
País: México
Dirección: Samuel Kishi
Guion: Samuel Kishi, Luis Briones, Sofía Gómez-Córdova
Reparto: Martha Lorena Reyes, Maximiliano Nájar Márquez, Leonardo Nájar Márquez, Cici Lau, Johnson T. Lau, Kevin Medina, Josiah Grado, Marvin Ramírez, Alejandro Banteah, Edwin Ramírez, Aylin Payen, Shacty Díaz, María Teresa Herrera, Amy Puente
Nota: 8
Segundo largometraje del joven realizador mejicano Samuel Kishi, LOS LOBOS convence prontamente por la pulcra honestidad escrutativa mediante la que sabe profundizar en las francas intenciones que la deciden y, sobre todo, evitar los numerosos riesgos atrofiadores y deslegitimantes que merodean siempre alrededor de este tipo de propuestas. Nos hallamos frente a una feraz muestra de cine en apariencia sencillo, nítido, cercano, al que, paradójicamente, la severidad en la concreción de ese sesgo naturalista y exento de retóricas tendentes al extravío permite atisbarle la cabal complejidad sobre la que, oculta, se emplaza su desenvuelta mesura.
El film narra las vicisitudes de una emigrante mejicana que decide marcharse de su país y buscar en los Estados Unidos un futuro laboral dentro del cual recomponer su vida familiar. Lucía llega a Albuquerque con sus dos hijos, los pequeños Max y leo. De ocho y cinco años respectivamente. El posicionamiento aguardador y esperanzado de ambos se va a convertir en el punto de vista desde el que todos los acontecimientos serán atisbados. Kishi impone a este frágil emplazamiento la responsabilidad de convertirse, al mismo tiempo, en punto de mira del espectador y en mirilla trémula e indefensa a través de la cual se organiza el intuitivo entramado de acaeceres vistos.
El rigor con el que esta resolución determina la concreción del film en su totalidad, lógicamente, configura una puesta en escena forzada en todo momento a circunscribirse extenuadamente al postulado de ese prisma infantil. De ahí que Kishi se vea obligado a apurar con áspera contundencia un factor espacial consecuente a la decisión, para él inexcusable, de que los hechos narrados siempre tengan como protagonistas o testigos a los dos niños. Lucía, mientras acude a trabajar, debe dejarlos en el pobre apartamento que ha alquilado. Este espacio se convertirá en el elemento escénico medular e inmisericorde del film.
Las paredes del hogar, la puerta de entrada, la ventana que da al espacio común de los vecinos se convierten en muro de protección, en salvaguarda infranqueable, pero también en ámbito confinador con desesperantes hechuras de celda franqueable, en tierra de niños desconcertados con vistas a un incierto y aledaño hervidero de no pocas tentaciones, agobios e impotencias. El modo en el que tratan de sobrellevar el tiempo en el que allí deben permanecer solos articula el devenir narrativo del film. La trama, por tanto, queda sometida a la capacidad de esa obligada adaptación a unas reglas de permanencia nada fáciles de cumplir
En ese sentido, frente a la dificultad de esos condicionamientos físicos que se autoimpone, no cabe nada más que destacar la extrema eficacia observacional con la que Kishi resuelve lo espinoso de ese brete. La importancia dada a los detalles (los dibujos pintados, la grabadora, las lecciones de inglés, la suciedad y la progresiva (y modesta) dignificación del espacio), o el extremo cuidado en sortear el peligro del engolamiento infantiloide atenuador de crudezas, amenazas y verismo (la discusión entre Lucía y Max concluida en bofetada, las circunstancias alrededor del dinero desaparecido, la imposibilidad por parte de aquella de cumplir un viaje anhelado, sus duras condiciones laborales, un desenlace que se permite la constatación de una renuncia ) contribuyen a que el visionado de LOS LOBOS se mueva sin aspavientos ni imposturas entre la dureza y la esperanza, entre la credibilidad y la inclemencia.