Título: MAL VIVER
Año: 2023
Duración: 127 min.
País: Portugal
Dirección: João Canijo
Guion: João Canijo
Reparto: Anabela Moreira, Rita Blanco, Madalena Almeida, Cleia Almeida, Vera Barreto
Fotografía: Leonor Teles
Sección: Oficial
Nota: 6.1
COMENTARIO CRÍTICO:
Colaborador en sus inicios de auténticos indispensables como Oliveira, Wenders, Tanner o Schroeter, João Canijo lleva ya muchos años ocupando un lugar de privilegio dentro de la historia reciente del cine portugués. Solo por firmar esa obra maestra titulada SANGUE DE MEU SANGUE ya merece ese reconocimiento dentro de una cinematografía tan abundada de maestría autoral como es la lusa. Tras casi una década sin involucrarse en un largometraje de ficción, llega a la Berlinale por partida doble, pues presenta dos films, MAL VIVER y VIVER MAL. Como puede intuirse ambos están relacionados entre sí. Forman parte de un díptico rodado en el mismo lugar, con los mismos personajes, abordan la misma temática, poseen obvios vasos comunicantes argumentales, pero pueden visionarse de forma autónoma, pues así fueron concebidos. En la Sección Oficial ha participado el primero, mientras que VIVER MAL lo ha hecho en Encounters. MAL VIVER exhala cerrazón, amargura, represión y asfixia existencial. Semejante cúmulo de borrascas emocionales aparece convocado en calidad de útero tonal dentro del que emplazar sin misericordia alguna un tema tan grave como es el del maltrato de madres a hijas. La insanía y el flagelo anidados en lo más hondo de ese supuesto cobijo protector que es el lazo materno-filial. El film se configura como una intromisión en el núcleo familiar de unas mujeres que regentan un hotel. Arranca cuando la matriarca, sin avisar a su hija, la gobernanta del negocio, invita a volver allí a su nieta, hija de esta, con la que hace tiempo que no mantiene ningún tipo de relación. El encuentro no detonará el acercamiento pretendido. La despreciativa reacción de la gobernanta al ver a su hija servirá de puerta de entrada advertidora. El film convierte el desprecio en prisma. Todos los personajes lo erigen como cortesía permanente. Canijo otea semejante enrarecimiento prestando una planificación estàtica, asustada, parca, que abunda en la severidad dominante. La hierática puesta en escena solo se permite la mediación de un significativo efecto de sonido. En las escenas que tienen lugar en el restaurante, se amalgaman los diálogos de todos los allí presentes, clientes y servicio. Queda reflejada así la nula voluntad de las protagonistas por escucharse. Ninguna siente aprecio por la palabra de la otra. Todo adquiere visos de una abstracción carcelaria. Es en ese exceso de crueldad intramuros en donde Canijo muestra las debilidades de su meticulosa radiografía de odios genealógicos. El film transcurre más asfixiado que sus protagonistas. No es que la atmósfera sea irrespirable, es que no la hay. La frialdad, por momentos, se torna impostura exageradamente mantenida. La sabiduría cinematográfica exhibida se muestra incapaz de liberar una presión que no muestra jamás voluntad por ser atemperarada. Le sobran ventanas cerradas a este, por otro lado, interesante film.