Contra pronóstico, el film chino desbanca a BOYHOOD y a KREUZWEG de los principales premios.
La Berlinale 2014 ya tiene claro vencedor. Contra pronóstico, el film chino BAI RI YAN HUO (BLACK COAL, THIN ICE), de Diao Yinan, ha sido el que ha logrado el Oso de Oro de la presente edición. Por lo tanto, el gran favorito, BOYHOOD, de Richard Linklater, ha tenido que conformarse con el premio a la Mejor Dirección.
Ya avisábamos ayer de que, dada la cantidad de films de ambas nacionalidades en la Competición, era muy probable que un film alemán o uno chino lograra colarse entre los premios principales. Finalmente, el Jurado Internacional presidido por James Schamus ha dictaminado, con toda justicia, que fuera la cinematografía asiática la que fuera vencedora en ese choque de trenes. Eso sí, hemos de reconocerlo, nos hubiera gustado mucho que NO MAN´S LAND hubiera logrado algún reconocimiento. En ese sentido, cabe destacar el pleno de la participación estadounidense ya que tanto BOYHOOD como EL GRAN HOTEL BUDAPEST, de Wes Anderson, han logrado dos de los siete galardones.
Hecha la salvedad de la recompensa obtenida por la espantosa BLIND MASSAGE, y, sobre todo, de que BOYHOOD no haya logrado uno de los dos premios gordos (el OSO DE ORO o el GRAN PREMIO DEL JURADO), hay que reconocer que el dictamen del Jurado es irreprochable. Dentro de una edición que no pasará a la historia de las mejores, el dictamen final nos parece justo en casi todos los apartados.
De entre los veinte films que han participado en la Sección Oficial -y de entre los que habíamos visto nosotros: llegamos a Berlín el tercer día- cinco de ellos sobresalían sobre el resto (ver nuestro ranking). Todos menos la magnífica NO MAN´S LAND (ésta y no BLIND MASSAGE debería haberse llevado el Premio a la Contribución Artística) han conseguido galardón. Así que no podemos más que congratularnos con un listado de reconocimientos que ha premiado a un tipo de cine en el que la puesta en escena se muestra como un valor más importante que la mirada excesivamente explícita del autor.
El listado de ganadores , pues, es el siguiente:
OSO DE ORO: BAI RI YUAN RUO (BLACK COAL, THIN ICE), de Diao Yinan. La favorita de la crítica era, sin duda, BOYHOOD, pero esta curiosa aportación al cine negro de la actualidad, en la que el telón de fondo espacio-temporal dentro del cual están enmarcados los hechos va adquiriendo más importancia que la propia progresión narrativa del enigma central, resulta un film sólido, inquietante, denso y muy original, al que sólo le pesa un cierto exceso de metraje.
OSO DE PLATA GRAN PREMIO DEL JURADO: EL GRAN HOTEL BUDAPEST, de Wes Anderson. No la pudimos ver, por lo tanto no comentaremos nada más que pensábamos que el duelo entre BOYHOOD y KREUZWEG se iba a saldar con el premio gordo para el primero y éste para el segundo. De todos modos, nos declaramos adictos veneradores del cine de Anderson y por ello no podemos más que alegrarnos.
OSO DE PLATA PREMIO ALFRED BAUER: AIMER, BOIRE ET CHANTER, de Alain Resnais. Nos parece incomprensible, aunque a cierta parte de la crítica le ha maravillado. La adaptación teatral que propone el maestro Resnais nos parece que no está a la altura del intento teórico que plantea ese regreso al despojamiento absoluto de la puesta en escena.
OSO DE PLATA AL MEJOR DIRECTOR: Richard Linklater, por BOYHOOD. Irreprochable a todas luces. La absoluta novedad que supone un film que ha recogido el envejecimiento de sus personajes durante trece años utilizando a los mismos actores durante todo ese tiempo es tan asombrosa como emotiva de resultados. Sencillez y radicalidad se dan la mano con una desenvoltura digna de la más grande de las loas.
OSO DE PLATA AL MEJOR ACTOR: Liao Fan, por BAI RI YAN HUO. Soberbia actuación la suya. Liao Fan encarna con fluidez y credibilidad el difícil rol de un comisario policial rudo, alcohólico, solitario, no bien considerado entre el resto de sus compañeros, al que le toca lidiar con un extraño caso de psicópata-despedazador de cuerpos. Tenía una dura competencia con su compatriota de NO MAN´S LAND y con el actor griego de STRATOS, pero creemos que ha sido un justo vencedor, dada la formidable exhibición de actores asiáticos que hemos disfrutado.
OSO DE PLATA A LA MEJOR ACTRIZ: Haru Kuroki, por THE LITTLE HOUSE. Maravilloso acierto. El duelo interpretativo entre las dos actrices principales del magnífico film de Yoji Yamada merecía un reconocimiento. Kuroki está sencillamente perfecta, imbuyéndose por completo del espíritu contenido, cortés, espectador y abnegado de la criada que interpreta.
OSO DE PLATA AL MEJOR GUIÓN: Dietrich y Anna Brüggermann, por KREUZWEG Incuestionable. El modo en el que está planteado en el guión esta historia de adolescente inmersa en una doliente crisis espiritual es fascinante. Sin embargo, la altura de la realización que impone el director para extraer de ese dificultoso y severo material escrito merecía un mayor reconocimiento. Forma y fondo son importantísimos dentro de un film que no deja indiferente a nadie.
OSO DE PLATA A LA CONTRIBUCIÓN ARTÍSTICA: Zen Jiang por BLIND MASSAGE. Un despropósito mayúsculo. La factura técnica, por ejemplo, de nuestra favorita NO MAN´S LAND es muy superior al de la que ha sido, con diferencia, la peor de las tres películas chinas. Esto es como premiar el flotador de Falete como el mejor escalope de Alemania.
BAI RI YUAN RUO (BLACK COAL, THIN ICE), de Diao Yinan
Nota: 7.8
Solidísimo policiaco chino el que se ha alzado con el OSO DE ORO de esta edición de la Berlinale. Diao Yinan establece una curiosa y, en muchos momentos, magnética, relectura contemporaneizante del cine de género negro, en la que la importancia dada al marco espacial en el que se desarrollan los hechos, la descripción de los incómodos personajes protagonistas y la ralentización del entramado enigmático que desarrolla la historia concluyen siendo más importante que la trama homicida que le da inicio. De alguna forma, BLACK COAL, THIN ICE viene a trasladar a la cinematografía asiática esa innovación narrativa desestabilizante que propuso David Fincher con su fundamental ZODIAC.
El film arranca trasportándonos hacia la poco conocida región del nordeste de China. En una capital de provincia que fundamenta su economía en una factoría metalúrgica aparece despedazado, en varios sitios distintos, el cuerpo de un hombre. Durante una de las pesquisas en las que se intenta atrapar a unos colaboradores del presunto asesino, el comisario a cuyo cargo está el caso pierde a dos de sus hombres, por lo que es apartado del cuerpo. Años después, por su cuenta, decidirá intentar zanjar la investigación inconclusa, haciendo un exhaustivo seguimiento a la trabajadora de una tintorería, una mujer unida a la existencia del primer cuerpo hallado y a la de dos más que han aparecido después. El acercamiento entre los dos personajes comenzará a desencadenar una serie de inesperadas consecuencias afectivas y policiales.
Como se ha dejado intuir en el primer párrafo, lo más importante de este arriesgado ejercicio narrativo es la intención del guión y del director por evitar el relato policial al uso y, al mismo tiempo, no caer en la parodia modernizante o en la ironía en exceso permisiva. Desde la misma presentación del personaje central y desde la escenificación de los primeros episodios relacionados con el meollo criminal central, el espectador es advertido de que BLACK COAL, THIN ICE se desmarca de la narración imperiosamente obsesionada con una complejidad criminal clásica.
A Diao Yinan le interesa, poco a poco, ir provocando que el paisaje dentro del cual pululan los (cada uno a su manera) aturdidos personajes vaya cobrando un turbio protagonismo condicionador, que termina por revelar su acuciante postulación como elemento determinador de sus acciones, su comportamiento individual, y su carácter subjetivo. Esa China provinciana, pacata, herrumbrosa, nevada, hostil, nada estilizada, diametralmente opuesta a esa imagen oficial modernísima, todopoderosa y cosmopolita que aparece en todos los medios de comunicación, acaba asumiendo el rol de un personaje más, de un peligro ajeno al que impone la imposibilidad de resolver el caso.
El realizador acierta a enmarcar los hechos en ese espacio impíamente frío. Los personajes no son capaces, por distintos motivos cada uno, de transmitir un ápice de calor. De esta forma, el solitario, astroso, tosco comisario protagonista se antoja el perfecto protagonista de este policiaco suciamente ambiental. La atracción que va a sentir por su investigada, la melancólica, triste y contenida disposición de ésta, el modo en el que uno atosiga, persigue e impele a la otra van a ir conformando un relato subyugante, evasivo, rocoso y desconcertador, al que, quizás, le sobre una cierta reiteración de apuntes narrativos ocasionados por una duración acaso un poco excesiva.