Sección: OFICIAL
Dirección: Michel Franco
Reparto: Jessica Chastain, Isaac Hernández, Rupert Friend, Marshall Bell.
Nota: 2
A propósito de THE LIGHT de Tom Tykwer hablábamos de cómo el realizador alemán confirmaba en ella ese abono decepcionante por el camino de lo aparatoso sin mesura, de la estridencia impaciente, de, en definitiva, una apariencia de profunda intensidad denigrada a la yerma condición de trascendencia a granel, chulesca, vacía de control y, por lo tanto, de significado. Michel Franco parece empeñado en apuntarse a este mismo modo de concebir su trabajo como realizador: DREAMS podría ser calificada como su apoteosis de este encumbramiento de la trampa maquinada a conciencia.
Qué lejanos quedan los tiempos de DESPUÉS DE LUCÍA. Pese a percibirse en ella esa querencia por concretizar el material escrito excesivamente dependiente de un final demoledor, efectista, de esos que golpean con saña la previsión orquestada para el espectador, aquel film definía una honestidad atisbadora de una sinceridad que el autor de MEMORY ha perdido. O, incluso, despreciado. Nada queda de ella en un film como DREAMS, en el que, con las cartas escondidas bajo el tapete, se tiene el atrevimiento de exhibirlas y seguir jugando la partida creyendo que el tapete se lo ha puesto el espectador en la cara.
La película, por ello, enfada. Se atreve a chapotear de modo flagrantemente frívolo con un tema tan serio como es el de la ignominiosa situación de los emigrantes mejicanos que logran cruzar la frontera sin documentación.
El film se abre con un plano fijo de exterior que muestra un gran camión parado fuera de una carretera. Comienzan a escucharse gritos de auxilio. Hay gente dentro que pide con urgencia que se abra la puerta. Se están ahogando. Unos hombres lo hacen. Uno de los primeros exhaustos en salir se escapa a los requerimientos demandadores de aquellos. Es un joven que, vemos, se las ingenia para llegar a San Francisco, buscar un domicilio, buscar las llaves bajo una maceta y meterse en el dormitorio. Se trata del domicilio de una empresaria apasionada por el ballet, que tiene una fundación dedicada a primar a jóvenes valores dedicados a esta disciplina. El joven emigrante es uno de ellos. Ambos se conocen. Tuvieron una relación amorosa en Méjico durante un estancia de ella allí. Por amor se ha atrevido ha enrolarse en un periplo ilegal que ha estado a punto de costarle la vida. La película narra el cómo ella encaja la intromisión en su vida de este bailarín, mucho más joven que ella, del que está perdidamente enamorada, pero al que prefiere obligar a mantener su relación afectiva y sexual en perfecto anonimato.
Si recordamos la excelente THE BRUTALIST, podemos convenir en que uno de sus mayores aciertos es la magnífica complejidad con la que es encuadrado el fascinante personaje interpretado por Guy Pearce, el malvado magnate todopoderoso, así como el nido familiar que le rodea. De este modo la bondad, la ignorancia, el dolor del arquitecto protagonista son enfrentados a un ser cuya impiedad esta analizada, escrutada y exhibida casi con más tiento que el perfil de aquel. Nada de esto ocurre en DREAMS.
Franco no se esfuerza un ápice en dotar al rocambolesco punto de partida de la verosimilitud que logre convencer al espectador de que esta es creíble. Tampoco lo hace por pormenorizar, por acorralar, por investigar en los claroscuros necesarios para el atractivo perverso que se le supone a la ejecutiva. Solo hay esmero por cambiarle su lujoso vestuario. Y, desde luego, más allá de los tremendos (no escasos) agujeros de un guión brusco, reiterativo, previsible e insuficiente, el mayor débito en el cometido directriz de Franco hay que adjudicárselo a una puesta en escena desganada, pobre, excluida de profundidad escenográfica alguna, que, desde luego parece estar pendiente de ahondar en los defectos de la escritura, en lugar de apurarse en maquillarlos. Por supuesto, el final es fuerte. Aunque lo ha sido muchísimo más llegar hasta él.