Título Original Drive
Año 2011
Duración 100 min.
País USA
Director Nicolas Winding Refn
Guión Hossein Amini (Novela: James Sallis)
Música Cliff Martinez
Fotografía Newton Thomas Sigel
Reparto Ryan Gosling, Carey Mulligan, Ron Perlman, Christina Hendricks, Bryan Cranston, Oscar Isaac, Albert Brooks, Tina Huang, Joe Pingue, Christian Cage, James Biberi
Productora Bold Films / Odd Lot Entertainment / Marc Platt Productions / Seed Productions
Valoración 9
Ha llegado a la cartelera 2011 de nuestro país con el tiempo justo, pero da la impresión de que su enérgica potencia en la pegada no va a aminorar su bárbara contundencia por ello. Así pues, empezamos el 2012 con la mandíbula en estado de perpleja conmoción: la rabia serena y letal que traspira esta imprescindible DRIVE nos ha dejado en gozoso estado de K.O. muy técnico: Ya se sabe... sarna con gusto, que no deje de picar.
El interesante cineasta danésNicolasWindingRefn se consagra definitivamente con ella. El autor de la inolvidable PUSHER alcanza aquí la plenitud de una maestría que no tiene el reconocimiento público que merece su rotundidad.WindingRefn se revela como un formidable creador cinematográfico capaz de imponer una valiosa aspereza personal, dentro de un perfecto artefacto en el que son reconocibles, a modo de significante murmuración en el horizonte, valiosas referencias genéricas.
DRIVE nos acerca a un conductor sin nombre. Un joven parco en palabras, pétreo de tratamiento, que va casi siempre vestido con una chaqueta que, en la espalda, tiene cosido el dibujo de un escorpión. El acercamiento a este personaje va a ser seco, cortante, visual y soberbiamente impreciso, pues el espectador no va a tener jamás respuesta a la inquietud que genera esa enigmática figura, emplazada en el centro de una narración que él comanda férreamente.
A tal efecto, cabe destacar la magistral escena de apertura. En ella quedan expuestas con impoluta escrupulosidad tanto la oscura destreza profesional del protagonista, como la tajante elegancia formal que WindingRefn desenfunda para aprehenderla.
Una larga secuencia nocturna sirven para calificar el experto talento conductor del personaje central (primeros planos de su concentrado rostro, la seguridad con la que acomete su misión, la no pérdida del control de la situación, la sesuda frialdad a los mandos del volante) y para evidenciar la ausencia de retórica alguna con la que el realizador captura la tensión de lo contado.
WindingRefn deja a las claras la justeza de una sobresaliente puesta en escena, en la que el aprovechamiento máximo de los objetos va a ser fundamental. Nada resulta gratuito en ella. Fijémonos , dentro de ese sublime arranque, en la aparición, al principio, de dos elementos que son introducidos sin que se subraye aparatosamente su presencia: el capturador de la onda radiofónica policial y, sobre todo, el sonido de la retransmisión deportiva. Los dos resultarán definitivos al final de ella. WindingfRefn se postula, brillantísimamente, como un perverso convocador de detalles que son virados hacia un súbito lado siniestro.
Lo mismo cabe recalcar de la concatenación de secuencias: pese a lo conscientemente escaso del perfil psicológico y biográfico del protagonista, el espectador no cesa de recibir constante información visual sobre él: la anteriormente descrita nos revela su condición de contratado por dinero para el mal, a continuación se nos emplaza a su trabajo como competente mecánico, y, finalmente, asistimos a su querencia por el riesgo, cuando observamos que se gana algunos extras trabajando como doble cinematográfico en escenas de accidentes automovilísticos.
El elemento desencadenante del escueto desarrollo narrativo será la toma de contacto con la vecina del piso en el que se acaba de instalar el conductor. Entre ambos, casi de inmediato, se establece una contenida interconexión de afectos. Sin embargo, la salida de prisión del esposo de ella obstaculizará el progreso de esa incipiente relación.
La llegada al hogar de este personaje pronto se tornará como una muestra más de ese pérfido, sinuoso, impecable gusto por lo sólidamente imprevisible: DRIVE, pese a lo que podía preverse, cercena cualquier amago de romanticismo tópicamente melodramático de historia con amor imposible .Resulta estremecedoramente honesta la escena en la que el ex-preso confiesa en público sus deseos por aprovechar la segunda oportunidad que se le ha brindado. El esposo no es un personaje perfilado negativamente, pretendiendo así oponerlo al protagonista. El guion es atormentada, secreta y apuradísimamente severo.
En lugar de esa posible línea narrativa, la sorprendente decisión, por parte del conductor, de entrometerse en la vida del matrimonio vira la acción hacia una rauda e inmisericorde deriva gansteril que, de pronto, desencadenará una brutal odisea de violencia. DRIVE revela, a partir de ese momento, su demoniaca naturaleza de thriller condenadamente demoledor.
La narración se convierte en una sangrante concatenación de improvisadas venganzas personales, todas ellas urdidas mediante una despojada y maligna espiral de causa/efecto, ejecutada por parte del danés, cual si del mejor alumno del Cronemberg de PROMESAS DEL ESTE se tratara.
Sin embargo, el auténtico hallazgo del film, más allá del virtuosismo del director en la ejecución de todos los crímenes, es la forma con la que logra mantener intacta la naturaleza siniestramente simbólica que arrastra el protagonista desde el principio. Resulta magistral la depurada frontalidad con la que va observándolo en ese expeditivo manejo superviviente, dentro de la insaciable ferocidad de una cruenta lucha ajena, en la que se halla inmerso por la autoimpuesta salvaguarda de las personas que quiere.
Adquiere su sentido pleno la dosificación de ciertas informaciones y de ciertas escenificaciones: un personaje sin identidad, ni pasado conocido, al que, en la primera escena, tras los títulos de crédito, su jefe le pregunta si es un zombi y si duerme alguna vez. Un personaje al que siempre vemos en actitud observadora, elevada (con aire de solitario vaquero –ese mondadientes en la boca, su caminar siempre seguro-, dentro de un negro western urbano), la insistencia en los planos aéreos sobre la ciudad de Los Ángeles, y el rostro curtidamente dolido que impone un superlativo RyanGossling – calculadísima, difícil, atractiva y diabólica contención la suya-: sugestivos e inquietantes detalles que van increpando la curiosidad sanísimamente insaciada del espectador, acerca de él.
El realizador aporta dos soluciones visuales sutilmente concluyentes, que avalan una posible naturaleza superior, descorporeizada, simbólica del protagonista: la progresiva desidentificación en el momento de consumar los asesinatos. En la penúltima escena, el protagonista aparecerá con la máscara que utiliza en el rodaje de la película: su figura adquiere la fisonomía expresionista del no vivo por antonomasia: el Nosferatu de Murnau. La siguiente aún va más allá: WindingRefn la soluciona mediante la visualización de unas sombras. El cuerpo ya no se ve.
Narrada con un lacónico estilo personal –que recuerda sobremanera a las excelencias del genial TakeshiKitano de HANNA BI-, incorporando modélicamente una portentosa banda sonora que contribuye con arriesgada pertinencia a la consecución de esa meditada atmósfera envolvente, irreal, deslizante y tersa, DRIVER es una soberana lección de estilo.
Una sobria demostración de hipnótica postmodernidad con causa. Un espectáculo visual insólito –milagroso tratamiento de la luz-, una impagable galería de personajes secundarios y una cerebral dirección tras la cámara hacen que nos hallemos ante una obra, ya y para siempre, de culto.