Título: A puerta de Fría
Año 2012
Duración 80 min.
País España
Director Xavi Puebla
Guión Xavi Puebla, Jesús Gil Vilda
Música
Fotografía Mauro Herce
Reparto Antonio Dechent, Nick Nolte, María Valverde, José Luis García Pérez, Alex O'Dogherty, José Ángel Egido, Héctor Colomé, Sergio Caballero
Productora Maestranza Films
Valoración 7.5
Bienvenida sea esta A PUERTA FRÍA, porque, por fin, el cine español decide mirar frontalmente a la sociedad que le rodea. Desde estas líneas hemos protestado muchas veces contra la sonora indolencia con la que aquel ha decidido abandonar cualquier amago de cine con las ventanas abiertas a la realidad contemporánea, de cine con voluntad de espejo incomodador, de cine, en definitiva, notario del magma ambiental en el que está instalada su sede.
Autor de BIENVENIDO A FAREWELL-GUTMANN, una de las integrantes de esa, por desgracia, nada desdeñable cantidad de películas que en el momento de su estreno, pese a un caluroso saludo de la crítica, fueron condenadas a la trastienda de un injusto reconocimiento público, debido fundamentalmente a la modestia de presupuestos publicitarios con los que contó para defenderse, Xavi Puebla retorna en A PUERTA FRÍA al mismo lugar del crimen lento, ladino y cotidiano de la anterior: su nuevo film vuelve a enclaustrar a los personajes convocados dentro de esa cárcel con mazmorras intangibles que es el universo de las relaciones laborales.
La película nos presenta a un impactante personaje. Se llama Salva, un veterano representante comercial de una gran empresa de productos audiovisuales. El film se adhiere a su posicionamiento abrupto, deteriorado, roto. Salva se nos presenta zambullido en el filo de un inminente y ganado autohundimiento: está tomando conciencia de que los tiempos actuales distan mucho de ser lo gloriosos de años atrás, en los que, comercialmente hablando, un oficio como el suyo era fundamental. La crisis económica actual y los cadáveres en vida que va dejando en la cuneta.
La espléndida secuencia de apertura, de puro certera, huele a abandono, a degradación personal irreversible. El despertar ebrio, espeso, carraspeado, lento, rugoso, en cama barata con sexo pagado de mala manera define con agria celeridad tanto la clase de personaje a la que el espectador se va enfrentar como la forma en la que el realizador ha decidido acercárselo a aquel.
Salva es un hombre devastadoramente sobrepasado por una modernidad a la que no ha sabido – o no ha podido- adaptarse. La descripción de entrada del personaje está llena de tenebrosidades: Salva está pasando un mal momento, es un bebedor compulsivo, su mujer acaba de abandonarlo, llega tarde a una cita comercial importantísima por haberse quedado dormido en un prostíbulo, tiene agresivas desavenencias con su más joven superior, contempla como éste le está preparando un sustituto, le es exigido un fuerte pedido si quiere seguir ocupando su puesto de trabajo…
A PUERTA FRÍA es la implacable radiografía de la pieza resquebrajada de un engranaje condenado al desahucio. El film saca partido máximo a una arriesgada elección espacio-temporal: la de hacer que todos los hechos narrados acontezcan enmarcados en, prácticamente, un único escenario, el hotel en el que se está desarrollando una feria comercial del sector al que pertenece la empresa de Salva. La insistencia en esta decisión escénica poco a poco va revelando una cruda lectura simbólica. El hotel no tarda en reivindicar su malévola naturaleza pugilística, pues la mediocridad de su apariencia va tornándose insensible escenario en el personaje central va a sentirse como viejo luchador inútil mirando la sentencia de su cadalso.
De esta forma, Puebla consigue que en todo momento su ajado protagonista parezca, aún dentro de ella, un pez agonizante padeciendo los estertores angustiosos que le ocasionaría hallarse fuera de la pecera. El verismo de traje planchado, gomina de mañana, cortesía de manual y copeteo camelador para esa feria de vanidades poco sutiles que impone el pacto comercial agresivo y desesperado es aprehendido por la cámara de Puebla en calidad de elemento sancionador de la inestabilidad, la dejadez y el desajuste que acredita Salva desde el primer momento.
Ese escenario define la condena del personaje dirimiendo una doble escrutación sobre él: una, en tanto que espacio dentro del cual Salva ya no sabe moverse porque ha impuesto unas reglas que nada tienen que ver con los modos que él posee para desarrollar su trabajo; dos, en tanto que nuevo escenario hacia el que no va a hacer ningún esfuerzo por tratar de adaptarse. Este doble filo, este doble rasero observador evita el peligro principal en el que suelen caer este tipo de propuestas: el del maniqueísmo simplón, ajusticiador y moralista. A PUERTA FRÍA no trata nunca de ponerse de parte de su personaje: la aspereza del acercamiento hasta su conflicto refiere una precisión inmisericorde, seca, hosca, efectiva, real.
La película es una cruda certificación de la inercia laboral que está pudriendo a un buen número de seres que han pasado su vida de albarán en albarán, de pedido en pedido, de ruta en ruta. Una valida reflexión sobre las piezas humanas a la que, por no hallar acople en el engranaje de unos tiempos salvajes, se les está condenando a la extrema oxidación. El guión, pese a unos titubeos en la ilación de determinados hechos, aporta una verosímil descripción de personajes y una fustigante concisión de diálogos.
Por si fuera poco, Xavi Puebla cuenta con la virulenta complicidad de un actor monumental, que se pone de rodillas, noblemente, ante la debacle de ese personaje. El gran Antonio Dechent, por fin, ha encontrado un personaje protagonista que permite el espectáculo impagable de contemplar cómo se exprime su asombrosa implicación interpretativa. El actor suda desesperación, engreimiento, ruindad, humanismo y drama de primer orden. En la Academia de Cine Español ya deben de estar poniéndole su nombre a la estatuilla de la Mejor Interpretación Protagonista Masculina del año.