Título original: Memoria de mis putas tristes
Año: 2011
Duración: 90 min.
País: México
Director: Henning Carlsen
Guión: Jean-Claude Carrière, Henning Carlsen (Novela: Gabriel García Márquez)
Música: Javier Navarrete
Fotografía: Alejandro Martínez
Reparto: Emilio Echevarría, Geraldine Chaplin, Paola Medina, Luis Miguel Lombana, Diego Zinker, Olivia Molina, Ángela Molina, Evangelina Martínez, Evangelina Sosa Martínez, Alejandra Barros, Arturo Beristain, Dominika Paleta
Productora: Coproducción México-España-Dinamarca; Zip Films / Memorias del Sabio Producciones / Mercer Films / Crone Films / GC Corp
Nota: 2.5
Escamado ante la dudosa vindicación de su obra que han supuesto las distintas obras fílmicas basadas en una de sus novelas, antes del estreno oficial del film en la edición de hace dos años del Festival de Cine Español de Málaga, el autor colombiano Gabriel García Márquez había manifestado su deseo de que ésta fuera la última obra suya adaptada a la pantalla grande.
Mejor así. Han sido ya varias las intentonas, otros tantos, casi, los dislates y los atropellos en su nombre, y sólo el talento de Arturo Ripstein ha sido capaz de levantar audiovisualmente con justeza el abrumador universo literario del Premio Nobel colombiano. Su apropiación de EL CORONEL NO TIENE QUIEN LO ESCRIBA lograba transmitir con propiedad la fértil amargura del referente original.
No podemos decir lo mismo, por desgracia, de lo que ha hecho el danés Henning Carlsen con MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES. El realizador se estrella literalmente contra la dificultad máxima que supone el traslado a imagen de una historia tan fundamentada en vaivenes temporales y en la terquedad caprichosa del deseo de un protagonista completamente inaprehensible. No es que la singularidad del estilo literario del autor se le atragante, sino que lo hace la esencia estructurativa de la narración novelada.
La historia parte de un antojo. Un antojo extraordinario: el capricho de un anciano articulista de periódico que está a punto de cumplir noventa años. Todo el mundo lo conoce por el nombre de “El Sabio”. El Sabio llama al prostíbulo en el que durante toda ha dado rienda suelta a su desenfrenado deseo sexual para reclamar un regalo muy especial: desea pasar la noche con una jovencita virgen.
A partir de esa confesión, el hilo conductor de la narración será la espera y, sobre todo, el repaso vital que la ansiedad expectante genera en la mente del anciano. MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES es, en el fondo, la biografía amorosa de un hombre con los instintos en permanente estado de liberación. El retrato memorioso de un “gourmet” del sexo pagado, la indagación en la mente añosa de un vividor que cree saberlo todo sobre el amor y la imposibilidad de su amarre.
Incapaz de reconducir su apetito por cauce convencional alguno, este hombre que, a ráfagas, contempla su vida desde su alargado ocaso no ha hecho sino serle fiel a las prostitutas de ese lupanar, el local de su gran amiga, confidente y “proveedora” Rosa Cabarcas. El relato repasa los hechos más remarcables de su ofuscada fiebre y de las consecuencias que éstos propinaron a su alrededor.
El problema del film es lo caprichoso, acartonado y disperso de su transcurrir. La empresa de acotar el itinerario referido por el nerviosismo del personaje principal se antoja, muy pronto, dificilísima. Los evidentes esfuerzos del actor Emilio Echeverría chocan contra la continua dispersión de un guion que en ningún momento está a la altura del material literario. Como casi siempre, la opción de tratar de ser fiel al referente literario le juega una mala pasada a la imagen resultante. Lo insinuante y subjetivo de la prosa se torna degradación, apocamiento en el plano.
El caos emocional desde el que está generada la historia le causa una mala pasada a la credibilidad de la historia. Los continuos flash-back no revierten en el análisis de la psicología del personaje central, sino que ceden a un caprichoso transcurso episódico, que no intensifica el malestar frenético de El Sabio. La película, fundamentalmente, pierde fuelle en la recreación su pasado. En definitiva, la fallida constatación de que hay enigmas que son imposibles de ser resueltos. El de la prosa de García Márquez está hecho para que la solución brote en la mente de su lector. Pretenderlo visualizar es condenarlo a un inútil empobrecimiento. Va siendo hora de que deje de ser utilizada para coartadas supuestamente artísticas como ésta.