La Hija 1

Título original: La hija

Dirección: Manuel Martín Cuenca

Guion: Manuel Martín Cuenca, Alejandro Hernández.

Música: Vetusta Morla

Fotografía: Marc Gómez del Moral

Reparto: Javier Gutiérrez, Patricia López Arnaiz, Irene Virgüez, Sofian El Benaissati, Juan Carlos Villanueva, María Morales

Nota: 8.1

Comentario crítico:

Sexto largometraje de Manuel Martín Cuenca, LA HIJA, para quien esto escribe, gracias al correoso temple mostrativo con el que está configurada, podría muy bien quedar catalogada como la muestra más perfecta del saber hacer de un realizador que, tanto en sus mejores logros (LA MITAD DE ÓSCAR) como en los momentos menos certeros (EL AUTOR), no ha cesado jamás de inmiscuirse en proyectos abundados de extraña complejidad y mascullado riesgo. En esta ocasión, esa pericia en el manejo de la prudencia y el distanciamiento escénico se alía con la impecable puntualidad de un material escrito calibrado con la turbia pulcritud exigible a todo relato que se quiere imperado por las aguas subterráneas de un misterio.

El film narra la forzada convivencia de tres personajes en un chalet situado en un solitario paraje de la sierra jienense. Se trata del matrimonio formado por Javier y Adela, una pareja marcada por la imposibilidad de tener descendencia de forma natural, y de Irene, una adolescente con problemas de adaptación socia, que vive en un centro de adolescentes conflictivos en el que trabaja Javier. Irene está embarazada. Los tres han llegado a un acuerdo: la criatura que va a nacer será de Adela y Javier.La Hija 3

La película arranca con la llegada a la casa de Irene. Javier la lleva hasta allí en automóvil de modo oculto, haciendo creer a la dirección del centro que la joven se ha escapado sin dar pistas sobre su destino. El entramado argumental de la película va a ser tejido sobre el progresivo enjambre de decisiones imprevistas que irá generando el obligado aislamiento ocultatorio, para Irene, cada vez menos llevadero. Un halo de enrarecida opresión disimulada teñirá de imprevisibilidad a los acontecimientos narrados, carcomiendo la implicación del espectador dentro de una historia que avanza a golpe de presagios tan ciertos como ensombrecientes.

La tozuda y sobria rotundidad del último largometraje del creador de LA FLAQUEZA DEL BOLCHEVIQUE queda fundamentada por la prolija, celosa efectividad con las que Martín Cuenca maneja los escasos elementos de puesta en escena que esta pone en acción. A los pocos personajes esenciales que convoca el film (los tres citados, más un policía que es amigo de Javier, a cuyo cargo está la investigación de la desaparición de Irene, y el joven del que esta está enamorada, padre verdadero de la criatura apalabrada para Javier e Irene), hay que añadir el limitado número de localizaciones espaciales tanto de exterior (el paisaje montañoso) como de interior demandadas (la casa y sus diversas estancias). De esta acuciante escasez, o mejor dicho, de la enorme cautela interrogadora con la que esta se divisa, el film hace equilibrio, sospecha y desconfiada dependencia entre integrados.

La Hija 5A esta impecable forma de constreñir presencias (los perros), parajes (enclaves rocosos, la habitación cerrada de Irene) y objetos (la escopeta), se le une un par de disposiciones escénicas fundamentales, que Martín Cuenca tiene el astuto talento de facultarlas en calidad de exigencia ambientadora, dado el carácter inquietante y, sobre todo, secreto que envuelve tanto al argumento como a los elementos encuadrados.

La primera de ellas es la decisión de no explicitar  hechos, circunstancias o justificaciones de los personajes, una vez han decidido aventurarse hasta las últimas consecuencias en el propósito que los ha unido. Como casi siempre en Martín Cuenca, los personajes valen más por sus disimulos que por sus elocuencias.  Ni el modo en el que Javier ha maquinado el convencimiento a Irene de su plan, ni de cómo ésta ha decidido embarcarse en él; tampoco las intrigas planificadas con anterioridad por marido y mujer para prepararlo, ni ahondar en el conflicto genético que da origen a todo.

Nada se aparta de lo que ocurre a partir de la escena de apertura: Irene acude a la cita con su profesor, este le pregunta si ha tirado el móvil, ella responde que sí y se mete en su coche. Tal y como ha hecho el personaje, el film se desconecta de todo lo que no sea lo que acontezca a partir de esta huida. En ningún momento se trata de ralentizar o ramificar el relato ahondando en las razones que han impelido a los tres protagonistas a enrolarse en este remoto secuestro consentido. Los diálogos, por lo tanto, siempre secos, certeros, exiguos y definidos por las decisiones tomadas en escena.  Depuración argumental absoluta, precipitada hacia un devenir acorralado con austeridad ecuánime y lógica.

La segunda disposición formal esgrimida por Martín Cuenca abunda en esta impronta ocultada y expectante con la que es hostigada la observación de los acaeceres. Si hablamos de una preferencia por el sigilo, el reconcomio y la reserva, esto es, por la nula mediación de cualquier aspaviento retórico o de algún meandro argumental trillado (como pudiere ser una insinuación amorosa entre Irene y Javier), no debe extrañarnos que en LA HIJA alcance su plenitud la utilización de un recurso que el director almeriense ha dado numerosas muestras de manejar con lapidaria pericia: imponer el off visual; la desvinculación de la cámara sobre el teóricamente principal foco de atención que debiere ser exhibido; el arrojo del suspense fuera de campo, directamente al reconcomio especulativo del espectador, tal y como ocurría en la magistral secuencia de la playa en LA MITAD DE ÓSCAR.La Hija 6

Así tenemos que en la escena en la que Irene y su novio van a discutir una decisión crucialísima, la cámara se centra en Javier y Adela, a quienes aquellos han pedido que los dejen solos. Martín Cuenca prefiere filmar la espera de quienes no puede escuchar ese diálogo, de quienes ha sido expulsados de él por la exigencia de una intimidad bien justificada, de quienes, sobre todo, pueden ser los más directos perjudicados de lo que los dos jóvenes están dilucidando.

Con esta decisión, tan en apariencia simple, se consigue que la inquietud de la mirada espectadora sea doble: tenemos la misma que los personajes encuadrados (saber qué están resolviendo los padres de la criatura) y, además, la que nos genera la contemplación del nerviosismo azotado por el viento de la pareja adulta (la ventisca simbolizando sensorialmente la exacerbación de los aguardantes). Lo no visto, como siempre, ordenado a proyectar su influencia amenazadora.

Lo mismo ocurre cuando, durante un paseo del matrimonio por los alrededores de la casa ven llegar a esta al comisario. No están cerca de ella, pero deben acudir raudos. La cámara no opta por mostrar sus improvisados, angustiosos esfuerzos por llegar a atenderlo, sino que propone la espera indagativa de aquel, en una secuencia de magistral tensión inspeccionadora, que culmina con un paseo del comisario por el interior de la morada, magistral y pacientemente cortejado por la cámara siempre sondeativa de Martín Cuenca.

Semejante imposición del impás mostrativo también es utilizada con virulenta serenidad exasperadora en la escena en la que Javier y el novio de Irene deciden hacer un trayecto juntos en automóvil y, sobre todo, rematando el que sin duda es uno de los mejores desenlaces que ha dado el cine español en los últimos tiempos, en la escena de clausura, cuando la cámara deambula por diversas estancias de la casa, mientras fuera de ella la brutalidad definitivamente clausuradora está ladrando su inclemencia mientras cae la nieve. Petrificativa, inmisericorde, rocosa e iracundamente calma, LA HIJA revela entonces su nervuda condición de impecable relato oscuro.

(*) Este listado comprende todas las películas vistas durante todo el 2021 ya sea en sala de cine nacional atendiendo al calendario semanal de estrenos, ya sea en los distintos certámenes cinematográficos nacionales e internacionales a los que hemos tenido acceso, ya sea en plataformas audiovisuales online.

 

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