Título Original Sherlock Holmes: A Game of Shadows (Sherlock Holmes 2)
Año 2011
Duración 129 min.
País USA
Director Guy Ritchie
Guión Kieran Mulroney, Michele Mulroney (Personajes: Arthur Conan Doyle. Cómic: Lionel Wigram)
Música Cliff Martinez
Fotografía Hans Zimmer
Reparto Robert Downey Jr., Jude Law, Noomi Rapace, Jared Harris, Stephen Fry, Kelly Reilly, Rachel McAdams, Geraldine James, William Houston, Gilles Lellouche, Eddie Marsan
Productora Warner Bros. Pictures
Valoración 2
Hace dos años llegó a nuestras pantallas una amena curiosidad cinematográfica. Su título fue SHERLOCK HOLMES. En ella, Guy Ritchie, el, por muchos, venerado autor de SNATCH, CERDOS Y DIAMANTES, daba, contra pronóstico, muestras de una cierta recuperación creadora. Su aproximación al inmortal personaje creado por Sir Arthur Conan Doyle era bastante superior a su irregular ROCKANDROLLA y, desde luego, se situaba a años luz de BARRIDOS POR EL AGUA, el asesinable caprichito acuático-memo que le monto a Madonna, su Tour-esposa 2000-2008.
SHERLOCK HOLMES destacó por lo bien compensada que guarecía en sus interiores la evidente idea de "modernizar" al mito. Pese a su pronta apariencia díscola, distanciada y libérrima, y, también, pese a los inherentes peajes superficializadores que paga una empresa de este tipo, la propuesta de Ritchie estaba lúdica y convenientemente sedimentada en el magma deductivo propio del detective, puesto al día.
El producto era una sana e insolente revisión audiovisual de un referente clásico. Un mito que, retrotraído desde su origen, lograba no ser vapuleado mediante una apabullante retórica escénica, propia, por ejemplo, de ese cine proveniente del cómic, tan del gusto del público de nuestros días. Ritchie manejaba con mucho tiento esa osadía, ese dilema entre el respeto y el asalto. De ahí que esa producción del año 2009 lograra un sensible reconocimiento.
Dos años después, aquella curiosidad, por desgracia, ha sido alcanzada por uno de los males también propios de la pobreza industrial y creativa que caracteriza al cine comercial común, exitoso, concebido sólo para veloz y masivo disfrute público: la secuela mancillante. Esto es, ese fórmula exprimitoria que sólo atiende al resultado del beneficio final, sabedora del tirón precedente.
Una operación recaudativa en la que lo de menos es la obediencia a las claves creativas que dieron origen a la validez anterior. Así pues, en la presente SHERLOCK HOLMES: JUEGO DE SOMBRAS lo que contemplamos es la total deflagración de ese equilibrio logrado en la película de hace tres años. Ya no hay mimo, reverencia, ni seriedad en la comparativa de lo que queda del personaje literario, con respecto al patético protagonista presente.
SHERLOCK HOLMES: JUEGO DE SOMBRAS no es, ni más ni menos, que una empobrecedora consecuencia de esa rapidez desvergonzada: el detective, ahora, ya es un personaje con conciencia de gracioso modernito, que tiene como referente no a la eminente leyenda prestada por Conan Doyle, sino a la vertiente más superficial del protagonista de la primera película. Es, irrevocablemente, el vulgar hundimiento de un mermado elemento originativo: la fotocopia en mal estado de una decente e irónica simulación de un mito.
Por lo tanto la debacle es total. El film es una sucesión de paródicas evocaciones a los mejores hallazgos visuales de aquella. Resulta del todo lamentable comprobar el modo en el que es vejada, por iterativa, la visualización de la capacidad premonitoria de Holmes: a la desfachatada primera escena la supera, después, una escena de adivinanza de pasadizo secreto que es uno de los desahogos de guion más bochornosos de los últimos tiempos.
Sin embargo, esta alevosa degradación que es abusar hasta lo indefendible de un hallazgo ya visto alcanza su verdulero cenit en el capítulo de los disfraces. Es un atentado a la inteligencia de cualquier espectador utilizar más de seis veces este recurso al camuflaje, haciéndolo además en escenas argumentalmente muy importantes. No es que se rompa la verosimilitud del relato... es que hace estallar por los aires el temple irónico imprescindible. El punto de vista sarcástico da paso a esa humillante amalgama de torpezas y descreimientos que se llama patetismo.
La gracia repetida deja de serlo. Y la sorpresa ya sorprendida engendra engendros sin gracia. Los creadores de este "mortadelesco" capricho de encargo, desde el principio -¡esa forma de despachar a la amada de Holmes!-, se empeñan en no molestarse por ocultar que lo suyo no va a ser más que un despachado dejarse llevar por las mieles de un digno recuerdo. Por un vacuo vivir de la renta que deja al pobre Holmes/Downie Jr. a puntito de Sparrow/Deep.
En resumidas decepciones, esta nueva entrega tira por la borda el mínimo decoro que hacía de la primera un producto de agradable visión. Ritchie se ha cubierto de gloria. De tanta como basura ha vertido encima de un mito que no se la ha pedido en ningún momento. Para este viaje, más vale que se dedique pinchar discos de su exesposa. A ver si a ésta le hace mucha gracia que le haga una versión Camela del churro que cantó con Justin Timberlake.