Título original: Quién lo impide
Dirección: Jonás Trueba
Guion: Jonás Trueba
Música: Rafael Berrio, Alberto González, Andrei Mazga, Pablo Gavira
Fotografía: Jonás Trueba
Reparto: Candela Recio, Pablo Hoyos, Silvio Aguilar, Pablo Gavira, Claudia Navarro, Marta Casado, Rony-Michelle Pinzaru, Javier Sánchez
Nota: 8.3
Comentario Crítico:
Siendo como parece su obra más ambiciosa hasta la fecha, lo primero que cabe convenir de un film sostenido sobre un cúmulo de apuntalamientos tan complejo, numeroso y rebrotado como el que define la rabiosa singularidad de QUIÉN LO IMPIDE, es que Jonás Trueba sabe ingeniárselas para estar a la altura de ese reto. Más allá de hechos encuadrados o dejados intuir dentro de cada plano, el film tiene el arrojo de hacer transmitir al espectador el esfuerzo de su concreción, el titubeo de las perplejidades a las que se ha visto enfrentado el equipo artístico durante el proceso de su intermitente elaboración, la lógica desorientación de una obra que hace de ella sedimento desde el que avanzar.
QUIÉN LO IMPIDE no cesa jamás de tambalearse. Necesita no pisar nunca tierra firme. Trueba tiene el delicado talento de provocar ese ignoto terremoto de desafectos, confusiones y entusiasmos, amortiguarlo sin que se aprecie corsé alguno y convertir ese continuo resquebrajamiento en el marco idóneo de su vehemente reflexión generacional.
Reflexión generacional sobre un colectivo condenado al desencanto y a la frustración, pero también muchas cosas más. Sobre todas ellas, la prontitud desconcertante y apasionada con la que se propone como artefacto radical, como puzzle experimental inconcluso, como arrojado ejercicio de hombre de cámara dispuesto a retrotraer a esta hasta su placentera vocación primigenia de capturar imágenes que signifiquen, hablen de la vida que rodea a quien se la ha echado al hombro. Llenar el recipiente de la (por saturada, por prostituida, por mercantilizada) vacía imagen contemporánea con ese ímpetu de ventana abierta que posibilita la imagen perseguida en tanto que testimonio.
Rodada durante casi cinco años siguiendo un plan (o un no plan) establecido junto a un nutrido grupo de jóvenes estudiantes de bachillerato a quienes la cámara de Trueba inquiere, persigue e interroga imponiendo el formato de un seguimiento de apariencia documental, QUIEN LO IMPIDE adquiere su caudalosa consistencia amontonando con fructífera sensatez y multidisciplinar coherencia texturas formales bien disímiles entre sí.
Imágenes documentales, entrevistas, segmentos ficcionados, interpelaciones a cámara, secuencias en la que los actores interpretan personajes inventados por ellos mismos, explicitaciones del propio rodaje que incluyen la aparición del propio director, retórica metacinematográfica y un largo etcétera de recovecos audiovisuales dotan al concatenado de secuencias visto en pantalla de un apabullante sentido de inmediatísima credibilidad. QUIEN LO IMPIDE apabulla por la honestidad con la que afirma su nítida condición de magma, de borbotón y de emergencia.
Esto es así, pues construyéndose de este modo se supedita con total pertinencia a la titilante angustia que la configura: la propia edad del colectivo que enmarca, las circunstancias apremiantes, inciertas y exigentes que son inherentes a esa etapa en la que deben empezar a tomar cartas para aventurarse a una madurez que está llamando a la puerta en forma de futuro inmediato, en forma de adiós a una adolescencia que desaparece sin establecer certidumbres inquebrantables.
La película balbucea, hace de la indefinición necesidad, fluctúa de un personaje a otro, de una maquinación a otra, de una elección formal a otra, porque si hay una meteorología, un relente, un tumulto mitigador que hostiga subterráneamente al conjunto de personajes que aparece en este retrato obligatoriamente coral y juvenil es la desesperanza, la ausencia total de aliento en el mundo que les contempla, la intuición de que el albur que les aguarda es sinónimo de renuncia. QUIÉN LO IMPIDE no se agota en ningún momento de indagar sobre su ya nominal naturaleza de interrogación. Jonás Trueba se apresta a convertirse en notario ideal de esa respuesta que ni tiene, ni busca, ni existe. Lo consigue. La película es el acta de esa perplejidad.