Sección: OFICIAL
Nota: 6
Dirección: Gustav Möller
Líneas valorativas:
Tras una obra de tan deslumbrante nervio narrativo como el descerrajado en esa furiosa lección de intensidad, exudación y claustrofobia escénicas titulada THE GUILTY, la noticia de un nuevo estreno del escandinavo Gustav Möller no podía más que aguardarse con un lógico entusiasmo. Sin embargo, VOGTER no cumple con las expectativas generadas por aquella. Una verdadera lástima. Siguen inasequibles al más apremiante mecanismo de relojería los modos formales exhibidos por el sueco, mas esta nueva entrega comete fallos ahí donde la puntualidad fílmica no se los puede permitir: el material escrito mediante el que debe emplearse a fondo el lucimiento del realizador no está a la altura de esa enérgica destreza.
El guión se enroca en algunas tolerancias, rayanas en trampa impropia de una historia que, de partida, se presumía de innegable interés. Möller se inmiscuye en un género tan de puerta fría y, al tiempo, flamígera para adentro como es el drama carcelario. VOGTER gira en torno a la omnipresencia veterana de Eva, una funcionaria de prisiones idealista, convencida de que sus métodos pedagógicos, atentos, dialogantes, favorecen el buen comportamiento de los prisioneros. Esa templanza cambiará con la llegada de un peligrosísimo recluso. Eva reclamará ser trasladada al bloque de reos violentos donde aquel va a ser conducido.
La protagonista entrará en una súbita espiral de venganza. Ese hombre le ha hecho revivir un dantesco episodio de su pasado. Möller desenfunda un apabullante ejercicio de olfato e ira de intramuros. El espacio físico de los distintos habitáculos del penal devendrá, parejos, en la celda memoriosa a cuyas esposas permanece rea el pasado de Eva. La memoria se le torna celda de castigo. Ritmo, montaje, encuadres y tempo narrativo son exquisitos. Lo mismo que la fiera interpretación de la gran Sidse Babett Knudsen y el demoniaco proceder de Sebastian Bull. Pero, como ya ha quedado dicho, el material escrito comete atrevimientos que zarandean la verosimilitud de la deriva de los hechos. Los ardides de Eva para amargarle la vida al preso recién llegado no son de recibo. Sobre todo, su celérica concatenación. En ese segmento, VOGTER tambalea en demasía una ajustadísima credibilidad que los estimables esfuerzos de Möller solo acceden a reponer a duras penas.